lunes, 7 de septiembre de 2009
Ausencia.
Muy fresco el clima, más que fresco, diría bien frío. La sala nos recibe con una mezcla de colores, con paredes llenas de fotos de un circo que nos remonta a otra época. En un antiguo mostrador una simpática chica nos ofrece empanadas de carne con cacao y la gente extrañada prefiere pedirse alguna otra cosa. Banderines que nos recuerdan a viejos carnavales o bailongos de barrio. Sillones con telas, sillas de madera, plantas, mucho color. ¿Una estética pensada o un rejunte de viejos baúles?
Descubro que todo eso es Puerta Roja, donde una correntada de viento fresco me llega mientras estoy sentada esperando que comience la función.
Por lo general me gusta ver un espectáculo u obra de teatro sin mucha información previa. Quiero que me asombre, que me tome por sorpresa, que me deje… ¿atónita? No sé, quizás pueda dejarme de muchas formas distintas una obra de arte que se presenta ante mi.
En el caso de “Ausencia”, una adaptación Adrián Canale de La Orestíada de Esquilo, sentí que me quedaba con sensaciones muy particulares, imágenes que me disparaban hacia otro lado. Entendía lo que yo creía entender y me agarró temor de estar equivocada. Pero esto disparó una pregunta en mí: ¿Estoy equivocada si “entiendo” tal o cual cosa determinada bajo mi mirada subjetiva o realmente puede haber tantas visiones y explicaciones de una obra como público presente?
Si bien la sala no es pequeña y el área de actuación (no tiene escenario) tampoco; la incomodidad en cuanto al frío y los ruidos externos perjudican. Pero son detalles y prefiero ir a lo que sí juega a favor.
La historia es cruda, atrapante, te moviliza. Es violenta y te genera imágenes fuertes y reacciones encontradas. Un músico acompaña tocando en vivo durante toda la función, incluso interactuando en algunos momentos con alguno de los personajes, eso lo mete y lo saca constantemente de la historia. Ese juego me pareció interesante al igual que la disposición escenográfica; las entradas y salidas de los actores, el juego del espacio off (todo aquello que no vemos, que está tras de escena pero que esta contado en el relato) mediante una ventana con colores a un costado y una puerta de vidrio en el otro. El manejo del agua como objeto y la brutalidad de esas botellas y de esos golpes frente a una mesa de madera blanca que les sirve de apoyo a los actores.
¿Son simbologías? Me pregunto. ¿Si hago mi propia asociación con hechos reales que tuvieron lugar en nuestro país en viejas épocas estaré equivocada? No, no estoy equivocada. Los hechos de violencia transcurridos durante la última dictadura militar tienen evocación en este relato y algo de eso nos informa el programa donde nos cuentan sobre la exposición fotográfica de Gustavo Germano llamada “Ausencias” de la cual vemos reminiscencias.
¿Puede un trabajo plástico con actores, una adaptación de un texto antiguo y una muestra fotográfica converger en un hecho teatral? Parece que sí, y bastante bien lo han logrado.
Winona.
“Ausencia” de Adrián Canale
Puerta Roja - Lavalle 3636
4867-4689
Domingos 19 hs.
Te invito a compartir la entrevista que realicé con Adrián Canale, director de la puesta.
W/ Si me tuvieras que contar La Orestíada en tres líneas, ¿que me dirías, de que trata?
AC/ Es la historia de la venganza que hace Clitenmestra por la muerte de su hija hecha por su marido Agamenón quien la sacrifica a los dioses para ganar la guerra y la sucesiva venganza que se genera en esa familia. Después Orestes venga la muerte de Agamenón matando a su madre. Un espiral de venganza, esa es la historia troncal de Esquilo. De igual manera La orestíada son tres obras, y tiene una densidad poética y nosotros la resumimos. Inclusive la última parte, Las Euménides, no la hicimos. La parte del juicio nosotros lo obviamos.
La Orestíada está escrita en una época en donde se pasa del matriarcado al patriarcado, como un hecho político. Esto está escrito con un significado muy puntual, como un cambio en los cánones de la sociedad. Nos interesaba mostrar esta sensación de la violencia sin fin y cómo lleva a más violencia, este entretejido importante.
De todas maneras como toda obra artística nosotros la cruzamos con imágenes, en este caso de Gustavo Germano quien realizó una muestra sobre la época de los setenta. En los últimos diez minutos de la obra hay una reproducción de imágenes envueltas en una canción. Es muy interesante.
Lo que hizo este tipo que vive en Barcelona y es argentino; tiene un hermano desaparecido. Hizo una secuencia de fotografías de familias, la mayoría son de Entre Ríos, los tomó en la actualidad… recuperó fotos donde por ejemplo había dos o tres personas y uno de ellos está desaparecido y entonces reprodujo la misma foto en la actualidad pero sin esa persona.
W/ Tengo la sensación de haberme quedado con preguntas, de que me perdí cosas. Lo había relacionado con la época de la represión pero creía que había sido una interpretación mía.
AC/ No, el lenguaje que construimos es así, junto con el vestuario, la recreación poética de los setenta y nuestra versión de La Orestíada. El texto es de una poética tremenda y hay frases concretas que tratamos de interpretar.
W/ ¿Es un texto tuyo o un trabajo colectivo?
AC/ Es un trabajo colectivo que yo cerré como dramaturgia, pero es un laburo que fuimos haciendo entre todos.
W/ O sea, tomaste esa energía, tomaste el trabajo del fotógrafo Gustavo Germano, ¿de dónde surge el hecho de incorporar la música, en este caso con una persona tocando y cantando en vivo? ¿Fue una cuestión de estética?
AC/ No hay una cuestión de estética que justifique. Principalmente, porque me parece que la música siempre está en escena. Nosotros trabajamos mucho tiempo con música de los setenta de fondo: con Espinetta, Arco Iris, Led Zeppelín, Pink Floyd y en un momento decidí trabajar con Marcelo porque tiene una poética con la música que a mí me interesaba mucho. Los temas son todos de él, la música, la letra. Lo que hicimos fue pedirle que los temas tuvieran una sonoridad parecida a la de esa época.
W/ ¿Qué significa la utilización del objeto del agua en escena? Llama mucho la atención.
AC/ Es medio difícil de explicar esas cosas, te soy sincero. Empieza como un capricho. Trabajamos con una artista plástica, que es la que también realizó el vestuario, con un vuelo poético muy interesante. Yo quería que el espacio fuera blanco y ella lo que hizo fue generar una secuencia de imágenes posibles y me trajo frascos, no sé bien por qué.
W/ Cómo disparador de algo…
AC/ Sí, en principio los trajo y los puso en un estante. Luego los bajamos y ahí empezó a aparecer el agua de colores. ¿Por qué? Claramente no lo sé. En general nos produjo algo, el río, el río de la plata, los cuerpos arrojados, aparece algo del sufrimiento…
W/ Como una cuestión plástica…
AC/ Hay algo de capricho... También fueron motivadores estéticos para hacer las imágenes montadas, viste que se trabaja mucho con el cuerpo. Hay también una elección del trabajo físico.
W/ Me gustó mucho la utilización del off, del afuera.
AC/ Igual, viste que hay muchas ideas que se van hilando constantemente y después uno va cerrando, o me van cerrando ahora después de algunas funciones.
W/ Está bien, uno tiene que disparar cosas y después a cada espectador le generará algo distinto. A mí me quedó muy grabado lo del agua y la chica que abre la obra, que es tremendo. Me generaba una sensación de encierro.
AC/ Si, de paso lo utilizaba como si la mesa fuera algo que adivina, hay una especie de juego ahí.
W/ O las frases que me disparaban más frases y me intrigaba lo que tenían los frascos, si eran fotos, objetos…
AC/ En un momento íbamos a poner objetos dentro de los frascos, pero no llegamos y además nos pareció que el frasco estaba un poco recargado. Hay algunos que tienen algunas cositas, como si fueran cartas, piedras, recuerdos…
Winona.
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