viernes, 18 de febrero de 2011

Mi reina, amorcito, corazón




¿Puede reírse uno de sus propias desgracias? ¿Puede uno reír y llorar al mismo tiempo? ¿Puede uno verse reflejado en tantos sentimientos? ¿Puede uno ocultar un gran dolor durante tantos años?

La verdad nos espera, siempre, allí, inquieta o paciente, latente. En un rincón donde no siempre podamos verla pero sabemos que está. Cerquita, respirándonos en la nuca. Es la única medidora de nuestro termómetro: “¿hasta cuándo?” ¿Hasta cuándo el miedo a lo desconocido, a lo que vendrá, al qué dirán, a las consecuencias… hasta cuándo el miedo nos gobernará?

Edda Díaz es una reconocida actriz argentina de todos los tiempos. Aclamada por su gran comicidad y por los grandes partenaires que ha tenido. Los años pasan y su sonrisa sigue siendo fresca en ese cuerpo diminuto que aún dice mucho.

Edda Díaz se “devora” la obra, el escenario, los espectadores y cada uno de los sentimientos que deambulan por la sala. Sus ojos saltones y su timbre de voz tan especial nos provocan las sonrisas más auténticas, las carcajadas que poco a poco se van soltando al no encontrarse solas en la platea. El público estalla, el público aplaude cada gesto divertido, cada movimiento.

Pero todo se transforma, poco a poco, en el transcurrir de la historia. Como aquella verdad latente que espera, se le atraviesa por los poros y nos aturde en un grito callado. Nos clava un puñal en medio del pecho y lo retuerce lentamente hasta dejarnos sin aliento. Es que las sonrisas se han cansado o es que la verdad se cansó de sonreír y aparece en esos mismos ojos saltones sin darnos tiempo a reaccionar, a comprender y la ironía ya no nos causa tanta gracia y las lágrimas brotan sin pedir permiso.

Es que la historia de Nancy es tan real, tan cotidiana como la vida misma, llena de sonrisas, a veces falsas o irónicas, llena de lágrimas, llena de suspiros y deseos ocultos. La historia de Nancy es la historia de tantas; hay tantas Nancys por tantos lados.

Es imposible no emocionarse con el desparramo actoral de la Sra. Edda, de nuestra pequeña gran Edda Díaz quien hace suya cada una de las palabras que Beatriz Mosquera escribió. Es imposible que culmine la función de otra forma que no sea con un público de pie, totalmente emocionado, aplaudiendo una y otra vez con ganas inexplicables de ir corriendo a abrazarla. Posibilidad que ella nos brinda y que pocos actores logran no sólo contando una historia sino llevando a los hombros un montaje unipersonal de mucho más de una hora.

Simplemente, gracias.

Winona.

Unipersonal interpretado por Edda Díaz
"Mi reina, amorcito, corazón"
de Beatriz Mosquera
Manzana de las luces - Perú 294
Sábados 22hs

miércoles, 9 de febrero de 2011

Dijeron de mí




Virginia Innoccenti homenajea de una forma tan sublime y delicada a Tita Merello que da gusto imaginar su presencia; la de ella, la de Tita, la verdadera.
La actriz, ganadora de varios premios tanto por su actuación como por su canto, se sintoniza en varias frecuencias durante el espectáculo “Dijeron de mí” mostrándonos por un lado a la actriz Virginia y su admiración por esta gran cantante y actriz argentina. Por otro lado nos muestra a una Tita relatando en primera persona los avatares que la vida le trajo una y otra vez. Y canta y baila y se anima con la entonación y los gestos y si bien son sutiles los cambios el público los agradece.
No es fácil hablar de alguien tan hermosamente recordada y que fue tan aclamada tanto aquí en su país como en el extranjero durante algunos exilios. No es fácil contar una infancia tan triste y tan solitaria, burlarse del hambre y la belleza que ella no poseía. No es fácil encarar el dolor del amor y quedarse desnuda al contarlo.
No debe haber sido fácil ser Tita y Virginia Innoccenti arremete con esta obra poniéndose al hombre su dramaturgia; con el muy bien logrado acompañamiento del músico en escena como único compañero de la noche. Virginia ríe, llora, se burla, se entristece, todo en segundos y uno puede vislumbrar más no sea en chiquito, por un instante, la vida de esta figura nacional que supo agradecer a Dios ese golpe mágico que le dio al cambiar su vida, que supo burlarse de su fealdad diciendo “descubrí que no hacía falta ser bonita, basta con parecerlo”.
“Dijeron de mí” es un maravilloso show melancólico y sensible, permeable y desgarrador donde la dicha de esta estrella, que supo estar rodeada de muchos y de grandes, se ve opacada por su trágico final en aquellas navidades del año 2002 donde a los 98 años abandonó este mundo en soledad, una dura soledad internada en la Clínica del Doctor Favaloro, a quien adoraba.
En este escenario intimista que ahora ocupa la platea mayor del Maipo se habla también de amor, de su gran amor, quizás su gran dolor también, pero se cuidan detalles aunque se escucha el nombre de Luis Sandrini en los silencios.
Un hermoso relato, un momento agradable y un recuerdo por siempre de no olvidarnos nunca de hacernos el papanicolao.

Winona.

http://www.youtube.com/watch?v=mfBW66KSSVQ