sábado, 3 de abril de 2010

No sé nada.




No sé nada sobre tu pasado, no sé nada sobre tu dolor.
Tus lágrimas corren y yo no sé por qué.
Te noto sonriente, pero es esa sonrisa melancólica que aparece cuando ya estás cansado de no estar feliz, de no poder dejar ir.
Cuesta, lo sé. Nos atamos al pasado como un náufrago a un pedazo de madera en el océano, perdido.
Tomamos una posibilidad perdida en la neblina como si fuera la última chance de poder estar bien.
¿Por qué mirar hacia allí? ¿Por qué? ¿Por qué no hacia adentro? ¿Es tan complicado?
Se humedecen mis ojos y me gustaría tanto que me abraces y poder decirte que no siempre soy así, que estoy pasando un momento especial, que no soy tan desquiciada ni estoy tan desequilibrada como parezco. Que aún no te conozco pero que me gustaría hacerlo, que apenas sé tu nombre pero no quién sos y de la forma en que me comporto dudo que lo sepa.
Hay algo especial en tu mirada, o en tus palabras tal vez... aún no lo sé y no sé si podré averiguarlo.
No sé nada sobre tu pasado, no sé nada sobre tu dolor.
Me dan ganas de abrazarte y decirte que lo entiendo, aún sin saber qué es lo que estás pensando.
Loco, ¿no? ¿Estúpido, quizás?
Mis ojos humedecidos, voces que no callan, grito en un susurro de desgarro, algo me falta.
Algo me falta aún.

Winona.

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