RECORRIENDO - Mi barrio.

Casas, casas y más casas.
Calles, veredas, hojas perdidas llenas de recuerdos.
Esquinas que tienen nombres, apodos, edades antiguas.
Adoquines que podrían hablar y un mundo que desaparece.
La plaza ya no es la misma pero su escuela aún continúa allí.
La iglesia hace sonar su campana cada nuevo día y el viejo árbol ya ha cumplido más de doscientos años.
Aquel abuelo ya no recorre la pasarela de cemento para tomar el colectivo con sus nietos pero el 113 aún conserva su parada.
Autos quemados, una estación de servicio y más ausencias cada vez.
Cierro los ojos y aún veo a la niña trepada de aquel árbol.
Corretean los chicos jugando al ring raje y las puertas de las casas continúan abiertas.
Ya no está aquella ferretería, en su lugar han colocado una heladería y el viejo baldío hoy le proporciona cine al barrio en formato dvd.
Antiguos sueños se remontan a un séptimo piso al que ya nadie sube pero la calesita aún sigue sonando aunque ya no es la misma.
El buzón no ha desaparecido, los accidentes automovilísticos tampoco por eso lo trasladan cada tanto de esquina a esquina.
Y el viejo mercado hoy lava autos con rodillos y espuma a gran escala.
Aún me siento en algún portón a imaginar que el tiempo no ha pasado, que las hojas del calendario no se han caído, que los años no han llegado.
Hoy veo a un “pirulo” de cincuenta días sobre un coche que empujan mis brazos y pienso cómo ha cambiado todo.
Pero son las mismas casas, las mismas veredas, hojas perdidas llenas de recuerdos.
Y me pregunto si mi hijo recorrerá mis mismos sueños. O si tendrá los suyos propios pero en los mismos rincones de la vida.
Me pregunto si yo aún podré cumplir mis viejos sueños, que no son viejos porque conviven conmigo día a día y no los olvido.
¿No los olvido?
Casas, casas y más casas… como en la que vivo hoy, plagada de recuerdos.
Plagada de nuevos recuerdos que genero día a día bajo este techo.
Mi barrio. Mi viejo y querido barrio.
El sepia te sienta bien.

Winona.